El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha movilizado un importante contingente militar, que incluye el portaaviones nuclear USS Carl Vinson y más de media docena de buques militares. Además, el Gobierno enviará hasta 3.500 soldados de la 82 división Aerotransportada del Ejército. Según indicó el mayor Brian Fickel, estaba previsto que los primeros cien aterrizaran ayer por la noche en Haití para preparar la llegada de los demás. «Una vez sobre el terreno recibirán al resto de las tropas y establecerán contacto con un equipo de evaluación que ya está allí», añadió. Su labor no se limitará exclusivamente a atender a las víctimas del terremoto ni a encontrar supervivientes.
Entre sus funciones también estará la seguridad de la capital, Puerto Príncipe. El general Douglas Fraser, comandante del Mando Sur del Pentágono, subrayó que están estudiando «seriamente el tema de la seguridad». Avanzó que Washington enviará lo antes posible el barco anfibio de ataque Bataan con unos 2.000 marines y que, en caso de ser necesario, podrían reforzar la misión de la ONU en cuestiones de seguridad, para lo que no excluyó utilizar la base de Guantánamo.
La subsecretaria adjunta para Asuntos Latinoamericanos, Roberta Jacobson, dejó entrever un posible despliegue de soldados en el aeropuerto y el puerto para garantizar las operaciones.
Dijo que, por el momento, no está previsto que los militares estadounidenses realicen labores policiales en la capital, porque todavía no han recibido información sobre saqueos.
Aunque el terremoto fue el martes y los heridos se cuentan por miles, el buque hospital USS Comfort no llegará a Haití hasta la próxima semana.
El miércoles, Obama prometió un rescate a gran escala y desbloquear cien millones de dólares. «El pueblo de Haití tendrá el apoyo total de Estados Unidos», aseguró.
«Conoció la esclavitud y luchó contra las catástrofes naturales. A pesar de eso, no perdió la esperanza. Ahora sabe que la ayuda llegará», subrayó. Rodeado de de los representantes más importantes de su Administración, afirmó que «Haití es nuestra primera prioridad».
Detrás del interés de la Casa Blanca por esta catástrofe -la secretaria de Estado, Hillary Clinton, canceló su gira por el Pacífico, al igual que el secretario de Defensa, Roberts Gates, que este fin de semana debía acudir a una reunión interministerial en Australia-, se esconden diversos factores, entre ellos la inmigración de un país a otro.
Entre 40.000 y 50.000 estadounidenses residen en Haití, mientras que la comunidad de inmigrantes haitianos en EEUU es de 1,2 millones.
Washington quiere evitar a toda costa un éxodo masivo de haitianos a las costas de Miami, a menos de mil kilómetros de Puerto Príncipe. Muchos han muerto en el pasado intentando alcanzar ese pedazo de tierra. Quienes lo logran, son automáticamente expulsados.
Las autoridades han anunciado que, dadas las circunstancias, suspenden temporalmente las deportaciones.
Cabe destacar que las primeras evacuaciones fueron las de ciudadanos estadounidenses. Más de 160, algunos heridos, fueron evacuados.
También quiere demostrar que las distintas administraciones federales han aprendido algo del fracaso que supuso la gestión del huracán Katrina, que desoló Nueva Orleans.
Entre sus funciones también estará la seguridad de la capital, Puerto Príncipe. El general Douglas Fraser, comandante del Mando Sur del Pentágono, subrayó que están estudiando «seriamente el tema de la seguridad». Avanzó que Washington enviará lo antes posible el barco anfibio de ataque Bataan con unos 2.000 marines y que, en caso de ser necesario, podrían reforzar la misión de la ONU en cuestiones de seguridad, para lo que no excluyó utilizar la base de Guantánamo.
La subsecretaria adjunta para Asuntos Latinoamericanos, Roberta Jacobson, dejó entrever un posible despliegue de soldados en el aeropuerto y el puerto para garantizar las operaciones.
Dijo que, por el momento, no está previsto que los militares estadounidenses realicen labores policiales en la capital, porque todavía no han recibido información sobre saqueos.
Aunque el terremoto fue el martes y los heridos se cuentan por miles, el buque hospital USS Comfort no llegará a Haití hasta la próxima semana.
El miércoles, Obama prometió un rescate a gran escala y desbloquear cien millones de dólares. «El pueblo de Haití tendrá el apoyo total de Estados Unidos», aseguró.
«Conoció la esclavitud y luchó contra las catástrofes naturales. A pesar de eso, no perdió la esperanza. Ahora sabe que la ayuda llegará», subrayó. Rodeado de de los representantes más importantes de su Administración, afirmó que «Haití es nuestra primera prioridad».
Detrás del interés de la Casa Blanca por esta catástrofe -la secretaria de Estado, Hillary Clinton, canceló su gira por el Pacífico, al igual que el secretario de Defensa, Roberts Gates, que este fin de semana debía acudir a una reunión interministerial en Australia-, se esconden diversos factores, entre ellos la inmigración de un país a otro.
Entre 40.000 y 50.000 estadounidenses residen en Haití, mientras que la comunidad de inmigrantes haitianos en EEUU es de 1,2 millones.
Washington quiere evitar a toda costa un éxodo masivo de haitianos a las costas de Miami, a menos de mil kilómetros de Puerto Príncipe. Muchos han muerto en el pasado intentando alcanzar ese pedazo de tierra. Quienes lo logran, son automáticamente expulsados.
Las autoridades han anunciado que, dadas las circunstancias, suspenden temporalmente las deportaciones.
Cabe destacar que las primeras evacuaciones fueron las de ciudadanos estadounidenses. Más de 160, algunos heridos, fueron evacuados.
También quiere demostrar que las distintas administraciones federales han aprendido algo del fracaso que supuso la gestión del huracán Katrina, que desoló Nueva Orleans.